jueves, 21 de febrero de 2008

Ruta de San Fiz


Vista del embalse del embalse de Santaolaia desde A Pedralta
RUTA DEL EMBALSE DE SANTAOLAIA.


Lugares:Campelo, Compedriña, O Seixo, Embalse de Santaolaia,San Fiz Mones

Distancia: 18 km. ( ida y regreso, aproximadamente)

Desnivel: 750 m.

Tiempo estimado: 5 horas

Salimos del puelo por Osbarredos, pasamos por, Alama, Campelo y Compedriña. En este paraje, hay una bifurcación de la carretera. Nopsotros seguimos la de la izquierda. Por estos lugares, discurre casi llana, entre viñedos, hasta el pueblo de O Seixo, perteneciente al municipio de O Bolo. En su término, en el lugar llamado Millerado, los romanos explotaron minas de cobre ( malaquita y calcopirita ). Los criaderos de este mineral, hoy quizá agotados, surtían, en el siglo pasado, una gran fábrica a orillas del río Jares ( Xares ). En ella trabajaban 7 personas cualificadas que ganaban 40 pesetas mensuales y 44 sin cualificar cuyos salarios variaban entre 1,50 y 3 reales al día. Los propietarios pagaban, al Estado, la treintena del metal afinado que ascendía a 1.000 libras de cobre al año que se mandaban a la ceca de Segovia donde se convertían en moneda.

Pasado el pueblo, la estrecha y un tanto peligrosa carretera, por una zona desconocida y poco visitada, corre sinuosa y serpenteare cerca de la margen derecha del río Jares ( Xares) que, allá abajo, fluye profundamente encajonado, entre los montes de Pereira y A Pedralta. Las curvas y recodos son muy cerrados y el descenso, a veces, fuerte, a veces, moderado. El itinerario transcurre por terrenos pedregosos, poblados por abundantes plantas aromáticas que, con su penetrante olor, embriagan el ambiente. Por estos lugares, aún quedan vestigios del antiguo camino que unía el valle de A Rúa, Petín y los pueblos situados en la vertiente norte de las estribaciones de la sierra del Eje ( Eixe) con O Seixo, San Fiz, Mondón, Prada y los pueblos ubicados en las márgenes del embalse que se extiende hasta, más allá, A Veiga do O Bolo.

Por estos parajes, los romanos construyeron el canal de Mandeu o Mendón que llevaba aguas del Jares ( Xares ) por encima de la Portela y por cerca de Larouco y Seadur, hasta las explotaciones mineras y lavaderos próximos al Sil y al Forum Gigurrorum ( Cigarrosa ), con un recorrido de 18 km.

La cuenca de la presa de Santa Eulalia tiene una superficie de 309,2 km2 con una aportación anual media de 227 hm3. El volumen del embalse es de 10, 5 hm3. La altura del cauce alcanza los 71 m. y la longitud de coronación 212 m. ( Datos tomados del Plan Hidrológico del Norte I ).

El muro de la presa cierra la garganta del río y su altura produce fuerte impacto y, a la vez, vértigo. Las aguas del embalse, en las que se reflejan los árboles de las orillas, las nubes y las montañas, son profundas, de color azul celeste y verde esmeralda y se extienden hasta la misma central hidroeléctrica de Prada. El embalse está encajonado, entre los montes de Pereira y A Pena Forcada ( Pena) que tienen curvas dulces, suaves y perfiles redondeados. En sus laderas trepan los sotos de castaños y, en la ribera, los sauces, alisos, chopos y abedules, partidarios de las aguas. En el embalse, con las debidas licencias, se puede practicar la pesca y los deportes náuticos.

Hasta el embalse, llega el arroyo Carballais que arrastra las aguas del término de Santa Olaia y, antes de ceder sus aguas al Jares, fluye por bellas florestas y verdes prados que suben por las laderas y faldas de la montaña. Sus aguas, en la época de lluvias, forman cascadas de singular belleza.

Aquí, en la presa del embalse, empieza el túnel que discurre profundo, bajo los montes de Cabeza do Pao, poniendo en comunicación los ríos Jares y el Sil a la altura del embalse de Santiago, en Valencia do Sil, dando lugar a una central hidroeléctrica con las aguas que descienden entubadas, por una pendiente muy acentuada.

Contemplar esta sucesión ininterrumpida de bellísimos parajes y paisajes es una de las satisfacciones más agradables y profundas que se pueden experimentar en la vida.

Vista del embalse desde San Fiz

La carretera asciende, ahora, por empinada pendiente, dejando a la izquierda las casas de Agualta y a la derecha peligrosos terraplenes, hasta llegar al abandonado pueblo de San Fiz. Contemplar los restos de este solitario pueblo en las faldas de la montaña, en laderas de tierras movedizas que más de una vez asustaron y pusieron en peligro la vida de los vecinos, cuando lo habitaban; con los tejados medio hundidos, puertas y ventanas desvencijadas, paredes derrumbadas, calles, antaño pobladas de vecinos y animales y hoy completamente desiertas y abandonadas, produce inquieta sensación de soledad y tristeza. Un día, sus gentes le dieron una despedida definitiva, una despedida para siempre, para toda la vida, un adiós, lleno de dolor y tristeza. Hoy el pueblo es como un fantasma, un borroso recuerdo de lo que fue y ya no es, algo que trae a la mente del visitante lo perecedero, transitorio y fugaz de todas las cosas de esta vida.

Desde el desolado pueblo, la perspectiva es magnífica. En las laderas de la margen izquierda del río Jares, se ve la antigua casa de Mendón que fue, años atrás, casa de baños medicinales donde las gentes, del entorno y de procedencias lejanas, acudían a recuperar la perdida salud. Hoy, entre frondosos árboles, rodeada de silenciosos montes, también permanece abandonada. Sólo, de cuando en cuando, la visitan gentes solitarias que pasan allí unos días dedicadas a sus cosas. En las laderas de la margen derecha del río, abundan los sotos de castaños que, hoy, crecen salvajes, y los prados que trepan por la laderas de las montañas sin que nadie se ocupe ni de segar su hierba, ni recoger del soto las caobas castañas.

Desde el pueblo, el viajero arriesgado puede continuar el camino hasta el Santuario del Santo Cristo de Prada. Del pueblo salía un camino, hoy casi intransitable a causa de la salvaje vegetación que todo lo invade, que conducía a una herrería en la misma orilla del Jares, cruzaba el río y por enigmáticos, solitarios y bellísimos parajes, llegaba al Santuario, rodeado de frondosos y centenarios castaños. El Santo Cristo de este Santuario tenía fama de milagroso y en Él depositaban su fe y esperanza muchas gentes de la comarca y aún de tierras lejanas. Allí iban, en romería, a implorar remedio para sus males o a dar gracias por los dones recibidos. Llenaban las paredes de abalorios, fotografías, poesías y escritos cuyo contenido emocionaba. Después de la misa, los romeros, en las praderas y entre castaños, en aquel majestuoso, impresionante y enigmático escenario, con alegría y buen apetito, almorzaban.





No hay comentarios: