martes, 26 de febrero de 2008

SOS de Marta


Marta es mi nieta,la benjamina de mis ocho nietos. Tiene 7 años y estudia segundo de Educación Primaria. Para mí, es muy guapa, muy inteligente, tanto, que,a veces, nos sorprende, asombra y hasta nos desconcierta con sus preguntas y con sus respuestas, que más bien parecen de una persona adulta y muy cultivada y madura. Pero Marta, también es muy sensible, sociable, comunicativa y con grandes dotes para el teatro.


Desde hace meses, me viene diciendo, con insistencia, que quiere ir a Mones. Que desea conocer mejor el pueblo, hacer senderismo por sus hermosas veredas y senderos; respirar su aire puro, beber el agua fresca de sus fuentes y hacer muchos amigos. Me recuerda que le gusta mucho el campo, subir por los cerros y escalar las rocas. Yo, sin duda, quiero satisfacerla. Sólo espero el momento oportuno.


Hace unos días, le comenté que, en el pueblo de Mones, quedaba poca gente y que, además, casi todos, eran mayores. Que la gente se fue a vivir a otros lugares, pensando, que allí, podrían vivir mejor y, en consecuencia, el pueblo se estaba quedando vacio, desierto y que, si no hacámos algo pronto, para reconducir esa tendencia podría, en un día no muy lejano, hasta desparecer.

Marta me dijo: abuelo, ¿ qué podemos hacer nosotros para que eso no suceda? Yo le contesté que teníamos que , al menos,intentar que la gente volviera al pueblo, aunque sólo fuera en las vacaciones y en la celebración de suss fiestas y tradiciones, pero que también existían otras fórmulas: como potenciar el turismo rural, saborear su típica y rica gastronomía, hacer un museo etnográfico para que la gente lo visitara....

Le dije que ella también podía hacer algo por el pueblo. Me contestó: ¿ Qué puedo hacer yo abuelo? pues, muchas cosas, como hacer un video, animando a la gente a ir al pueblo. La contestación de Marta fue inmediata: abuelo, acepto. Sin pensarlo más, su madre cogió la cámara de video y el resultado es lo que podéis ver en el siguiente reportaje.

viernes, 22 de febrero de 2008

RUTA DE MONES A CORREXAIS


RUTA DE MONES A CORREXAIS

Distancia aproximada, ida y vuelta, 8km.

Salimos por O Mato. Desde. Airoa observamos los viñedos cargados de racimos todavía inmaduros. Desde aquí, se contempla una magnífica vista panorámica del valle de A Rúa, poblado de feraces viñedos, transitado por el río Sil, en esta ocasión fluyendo tranquilamente por el valle. No siempre fue así. En los tiempos de mi infancia, el clima era bastante distinto al actual. Durante el invierno, nevaba con intensidad en la zona, y, muchas veces, la nieve llegaba hasta el mismo río. En el deshielo, el río experimentaba fuertes crecidas. Entonces, el valle quedaba inundado de agua, hasta la misma estación de ferrocarril. El panorama desde Airoa era grandioso. El valle parecía un enorme lago o un brazo del mar.


Pasada Airoa, el camino transcurre por una moderada pendiente, a cuyos lados habitan los frondosos sotos de castaños de Lamas y otros variados setos y matorrales, hasta llegar al arroyo de A Vioca, de tierras movedizas en invierno, que se alimenta de las aguas procedentes de Rigatón, Valdomiro y Lamas.

Antes de llegar al pueblo de Sampaio, pasamos por el paraje de As Pedreiras, donde las mujeres del pueblo lavaban, antaño, la ropa en lavaderos comunales.
Entre casas de rústica pizarra y por estrechas y empinadas calles, cruzamos el pueblo de Sampaio.

Después de pasar cerca del paraje de O Buraco, donde se sitúa una antigua mina de oro romana, pronto llegamos al arroyo de Olivedo que recoge las aguas de las pendientes laderas de O Mouzón, A Lauxeira y Cabeza do Pau, todas estribaciones de la Sierra del Eje ( Eixe ). Desde aquí, hasta el pueblo de Valencia do Sil, el camino transcurría casi llano. A la izquierda queda un rico valle de viñedos y el río Sil, mientras que a la derecha se levanta el abrupto monte de O Mouzón, una alta chimenea y una grande tubería.


La chimenea se usa para la ventilación del túnel que, desde el embalse de Santaolaia, en el río Jares ( Xares), lleva el agua del Jares, bajo las entrañas de la montaña, hasta la central hidroeléctrica de Valencia do Sil. La enorme tubería, a gran presión, conduce el agua por la escarpada pendiente hasta la central eléctrica.

Valencia do Sil es un humilde pueblo, situado en el valle, en la margen izquierda del río Sil, pero al lado mismo de la falda de la montaña que en este lugar casi llega al río.

Aquí, un poco más arriba del pueblo, existen restos de lo que fue un poblado celta, quizá mejor conservado que otros que abundan en la comarca.

Las casas del pueblo son de planta baja, como las de otras aldeas del entorno y están construidas con mampostería de pizarra. Sus calles, no se diferenciaban de las de otras aldeas de la zona. Pero, el antiguo Valencia do Sil, no tenía un puente, como tiene ahora, que comunicara ambos márgenes del río. Había una barcaza para atravesarlo. En ella, pagando un canon establecido, montaban las personas, los animales, los carros y las mercancías. No había otra forma de pasar al otro lado del río, a no ser que, dando un gran rodeo de varios km., se decidiera cruzarlo por el puente romano de A Cigarrosa, en Petín o subir por la margen izquierda del río hasta alcanzar el puente de O Barco. Siguiendo estos itinerarios, para llegar a Villamartin, capital del municipio, que cruzando el río queda a escasa distancia, había que recorrer, por rústicos caminos, embarrados en tiempos de lluvia, no menos de 6 km.

La barcaza era pues imprescindible para los vecinos del entorno que habitaban en la margen izquierda del río y quisieran llegar a Villamartín; Valencia do Sil, Sampaio, San Miguel de Mones, Santa María de Mones, Correxais, Santaolaia.

Un barquero gobernaba la barcaza sin grandes problemas, cuando las aguas del río bajaban tranquilas. Pero esto no sucedía siempre así. En los deshielos, en las abundantes lluvias del invierno y en las fuertes tormentas, el caudal del río crecía, a veces, de forma alarmante. Entonces, las aguas el río, por Valencia do Sil, bajaban turbias, turbulentas, llenas de maleza : troncos y ramas de árboles y arbustos, animales muertos (…), arrasando todo lo que encontraban a su paso En estas circunstancias, la barcaza permanecía amarrada en la orilla del río, porque, si intentara cruzarlo, la corriente la arrastraría sin remedio y naufragaría con toda su carga.

Había otra barca más pequeña en el vecino pueblo de Penouta, donde las aguas del río, aun en las grandes riadas, bajaban más tranquilas. Por tanto, cuando no era posible cruzar el río a la altura de Valencia do Sil, los viajeros lo intentaban en Penouta, En caso contrario, la única salida era dar un gran rodeo y cruzarlo por el puente de A Cigarrosa, en Petín o por el de O Barco.

Dejamos el pueblo de Valencia do Sil y continuamos por la carretera que conduce a Penouta,. Muy pronto, hay un desvío, a la derecha, que nos conduce a Correxais. La carretera tiene curvas muy cerradas y la pendiente es muy pronunciada. En poca distancia, nos elevamos ,considerablemente, hasta un cerro donde se ubica el pueblo de Correxais.
VISTA DE VILLAMARTÍN DESDE CORREXAIS
Las vistas panorámicas desde el pueblo son excelentes. A nuestros pies, como si fuéramos en avión, allá abajo, encajonado entre montañas, se encuentra el fértil Valle de Valdeorras que recorre el río Sil. Respiras aires puros y contemplas, con admiración, el Valle y las montañas. Es un gran espectáculo, para goce de los sentidos y elevación del espíritu.

Pero, no sólo es importante la visita a Correxais por su admirable paisaje. Allí, quedan los restos de un Convento de Trinitarios del siglo XVIII, que fue, entre otras cosas, el único elemento de difusión cultural de la Comarca de Valdeorras, durante muchos años del mencionado siglo. La Iglesia del Convento se conserva muy bien y, hace pocos años, fu, en gran parte, restaurada por el párroco de Villamartín que tiene a su cargo el pueblo de Correxais.


HISTORIA DEL CONVENTO DE CORREXAIS



El 29 de octubre de 1698, el Conde de Rivadavia, don Álvaro Sarmiento de Mendoza, concede licencia para que los religiosos descalzos de los trinitarios se establezcan en Valedoras. Porque es muy necesaria para el bien de sus vasallos, tanto en lo espiritual como en lo temporal, para el alivio de sus conciencias y consuelo de sus almas, para la enseñanza pública y buena crianza, todo lo cual ellos deben solicitar y él fomentar.


IGLESIA DE CORREXAIS


“Acudiendoseme representado porparte dela Sagrada Relixion de descalços dela Orden dela Santíssima Trinidad Redempcion de Captiuos , y en su nombre , hauiendo pareçido ante mí El P. Fr. Josreph dela Santíssima Trinidad Predicador de dicha Sagrada Relixion , y

poder hauiente della y ynformándome como en la mi Jurisdicción del Valle de Valedorres , apedimiento delos naturales del dicho Valle mis Vasallos , prendia dicha Sagrada Relixion Fundar un Convento desu orden ; Paralo qual es necesaria mi licencçia como de Señor que soy de dicho valle ; haçiendome esta suplica en deuida forma y yo atendiendo aque era obra muy conforme al Agrado y seruiçioo de Dios nuestro Señor y desu Madre Santíssima , y que es muy necesaria para el vien demis Vassallos , assi enlo spiritual como enlo temporal , pues no menos les aprouechara , para el aliuio desus conçiençias y Consuelo desus almas, ; que para la enseñança publica y buena crianza, todo loqual ellos deuen solicitar. Y yo como Señor fomentar . Por reconocerme ami Zierta mente esta...Utilidad en el logro dela tal fundación = Por tantom hauiendo mirado y considerado esta pretensión y Suplica de dicha Sagrada Religión con el maduro Juicio que en tales casos en neçesario , doy en el nombre de la Santisima Trinidad, Padre, hijo, y Spiritu Santo yasu mayor onrra y gloria, toda mi facultad y liçençia , quanta en este casso se neçesaria por lo que ami toca , para en dicha mi Jurisdición , y en cualquiera parte de dicho mi Valle se funde un Convento de dicha Sagrada Relixion de descalços de la Santíssima Trinidad, Redempçion de Captiuos”

El P. José de la Santísima Trinidad, predicador de la citada orden, solicita del Conde licencia para fundar el convento en el lugar de Correxáis. El Conde se la concede, con fecha 12 de diciembre de 1725, con una serie de condiciones, entre las cuales figura la que dice “Los frailes quedan obligados a enseñar en el Convento gramática, artes y moral, así como asistir al confesionario. ayudar a bien morir a los enfermos y administrar los sacramentos”.


El día 11 de noviembre de 1727 dieron comienzo las clases en el Convento de Trinitarios de Correxais. El Padre Frai Francisco de San Andrés enseñaba los principios elementales de lógica ( Súmula) a doce alumnos. Frai Pedro enseñaba Teología Moral y don Francisco Ares do Vao, cura de Correxais, enseñaba Gramática. Estas enseñanzas eran todas las disciplinas del momento.

Posteriormente, para justificar algunas adquisiciones efectuadas por el Convento, en contra de una de las cláusulas de la licencia,” los frailes no tienen poder de heredar bienes raíces y especialmente los de foro ni sobre ello han de poder formar Pleito”, los frailes, entre otras razones, dicen: “ No se puede negar que continuamente mantenemos tres Maestros de Gramática, Filosofía y Moral, siendo discípulos nuestros quasi todas las personas destos contornos, que siguieron la carrera literaria en dichas facultades, con cuio beneficio se han hecho muchos sacerdotes que no lo fueran, siendo bastante numeroso el concurso, no obstante la infidelidad del lugar”

Entre otros, fue alumno de Correxais el eminente jurista, natural de Rubiá, D. Benito Arias de Prada.

INFORME DE FRANCISCO ÁLVAREZ TERRERO, ABAD DE O BARCO, SOBRE EL VALLE DE VALEDORAS”:

“ En el Lugar de Correjanes, distante de este cinco quartos de Legua situado en la altura al lado de Mediodía ala falda del monte llamado la mata , ay un convento de trinitarios descalzos , quienes tienen aquel curato con la obligación de enseñar desde el día 18 de ( septiembre) asta fin de junio, Gramática, Filosofía y Moral “.

CONTESTACIÓN DE FRANCISCO GÓMEZ RUBIAL, PÁRROCO DE SAN ESTEBAN DE A RÚA, A LA CIRCULAR ENVIADA POR TOMÁS LÓPEZ. 1797, SEPTIEMBRE, 28. BN. MS. 7305, DICCIONARIO GEOGRÁFICO: -- PONTEVEDRA, FOL. 717R- 720R.

10º…”En el lugar de Correjanes hay (Fol. 719v) estudios de gramática, filosofía y teología moral, que regentan tres religiosos Trinitarios Descalzos, que viven en su convento del propio pueblo, y es el único que hay en el valle, y los citados estudios fueron dotados con los diezmos del curato, que lleva el mismo convento y se efectuaron y fundaron con bulla pontificia en tiempo del Yllmo. Sr. Dn. Chrissostomo Bargas de feliz memoria obispo que fue de este obispado por los años 23. y 24. de este siglo; y están abiertos deesde Sn. Lucas hasta Pascuas de la Venida del Spiritu Santo de cada año; y sobre la distinción, y adelantamiento no tengo que notar; porque siempre son estudios de aldea, y es muy común ir los estudiantes tarde y volver temprano, y también será causa su pobreza”.
...” En esta aldea(A Rúa) hay escuela de primeras letras dotada por mi antecesor Dn. Josef Norteña, esta abierta todo el año a excepción de los tres meses de Julio, Agosto, y Septiembre.
11º. En esta jurisdicción y valle no hay govierno político, económico, ni forense, porque este gira por tres cabezas, de que llevo dando razón; aquel es por un ayuntamiento o cavildo secular compuesto por lo común , y mayor parte de seys Regidores sugetos de ninguna instrucción, porque los mas nia aun leer saben; y de menos esperiencia no hay seminario, colegio, hospital, casa de recolección, ni de piedad, ni mas enseñanza publica, que la que llevo dha en el inmediato anterior capitulo; o alguna gramatica enseñada por algun sacerdote por amistad, o interes, sin formal obligacion, que a ello le obligue; y los citados seys regidores son anuales puestos por el citado poderhaviente de dho Conde” .

En resumen: el día 11 de noviembre de 1727 dieron comienzo las clases en el Convento de Correxais, a cargo de tres maestros: Gramática, Filosofía y Moral. Estas enseñanzas eran todas las disciplinas del momento. Las clases estaban abiertas desde San Lucas hasta Pascua de la Venida del Espíritu Santo de cada año . El concurso fue numeroso, pues fueron discípulos del Convento casi todas las personas del entorno, que siguieron la carrera literaria en dichas facultades, con cuyo beneficio se hicieron muchos sacerdotes que no lo hubieran sido de otra manera.
En A Rúa, hubo una escuela de primeras letras dotada por el párroco Dn. Josef Norteña. Esta escuela estaba abierta todo el año excepto los meses de julio, agosto y septiembre. En toda la jurisdicción y valle no había más enseñanza pública que la del Convento de Correxais y A Rúa.
Algún sacerdote, por amistad o interés, sin formal obligación alguna, enseñaban gramática .
El analfabetismo del pueblo era casi total. Incluso los Regidores de la jurisdicción era sujetos de ninguna instrucción, porque, la mayoría, ni sabían leer.


jueves, 21 de febrero de 2008

Ruta de San Fiz


Vista del embalse del embalse de Santaolaia desde A Pedralta
RUTA DEL EMBALSE DE SANTAOLAIA.


Lugares:Campelo, Compedriña, O Seixo, Embalse de Santaolaia,San Fiz Mones

Distancia: 18 km. ( ida y regreso, aproximadamente)

Desnivel: 750 m.

Tiempo estimado: 5 horas

Salimos del puelo por Osbarredos, pasamos por, Alama, Campelo y Compedriña. En este paraje, hay una bifurcación de la carretera. Nopsotros seguimos la de la izquierda. Por estos lugares, discurre casi llana, entre viñedos, hasta el pueblo de O Seixo, perteneciente al municipio de O Bolo. En su término, en el lugar llamado Millerado, los romanos explotaron minas de cobre ( malaquita y calcopirita ). Los criaderos de este mineral, hoy quizá agotados, surtían, en el siglo pasado, una gran fábrica a orillas del río Jares ( Xares ). En ella trabajaban 7 personas cualificadas que ganaban 40 pesetas mensuales y 44 sin cualificar cuyos salarios variaban entre 1,50 y 3 reales al día. Los propietarios pagaban, al Estado, la treintena del metal afinado que ascendía a 1.000 libras de cobre al año que se mandaban a la ceca de Segovia donde se convertían en moneda.

Pasado el pueblo, la estrecha y un tanto peligrosa carretera, por una zona desconocida y poco visitada, corre sinuosa y serpenteare cerca de la margen derecha del río Jares ( Xares) que, allá abajo, fluye profundamente encajonado, entre los montes de Pereira y A Pedralta. Las curvas y recodos son muy cerrados y el descenso, a veces, fuerte, a veces, moderado. El itinerario transcurre por terrenos pedregosos, poblados por abundantes plantas aromáticas que, con su penetrante olor, embriagan el ambiente. Por estos lugares, aún quedan vestigios del antiguo camino que unía el valle de A Rúa, Petín y los pueblos situados en la vertiente norte de las estribaciones de la sierra del Eje ( Eixe) con O Seixo, San Fiz, Mondón, Prada y los pueblos ubicados en las márgenes del embalse que se extiende hasta, más allá, A Veiga do O Bolo.

Por estos parajes, los romanos construyeron el canal de Mandeu o Mendón que llevaba aguas del Jares ( Xares ) por encima de la Portela y por cerca de Larouco y Seadur, hasta las explotaciones mineras y lavaderos próximos al Sil y al Forum Gigurrorum ( Cigarrosa ), con un recorrido de 18 km.

La cuenca de la presa de Santa Eulalia tiene una superficie de 309,2 km2 con una aportación anual media de 227 hm3. El volumen del embalse es de 10, 5 hm3. La altura del cauce alcanza los 71 m. y la longitud de coronación 212 m. ( Datos tomados del Plan Hidrológico del Norte I ).

El muro de la presa cierra la garganta del río y su altura produce fuerte impacto y, a la vez, vértigo. Las aguas del embalse, en las que se reflejan los árboles de las orillas, las nubes y las montañas, son profundas, de color azul celeste y verde esmeralda y se extienden hasta la misma central hidroeléctrica de Prada. El embalse está encajonado, entre los montes de Pereira y A Pena Forcada ( Pena) que tienen curvas dulces, suaves y perfiles redondeados. En sus laderas trepan los sotos de castaños y, en la ribera, los sauces, alisos, chopos y abedules, partidarios de las aguas. En el embalse, con las debidas licencias, se puede practicar la pesca y los deportes náuticos.

Hasta el embalse, llega el arroyo Carballais que arrastra las aguas del término de Santa Olaia y, antes de ceder sus aguas al Jares, fluye por bellas florestas y verdes prados que suben por las laderas y faldas de la montaña. Sus aguas, en la época de lluvias, forman cascadas de singular belleza.

Aquí, en la presa del embalse, empieza el túnel que discurre profundo, bajo los montes de Cabeza do Pao, poniendo en comunicación los ríos Jares y el Sil a la altura del embalse de Santiago, en Valencia do Sil, dando lugar a una central hidroeléctrica con las aguas que descienden entubadas, por una pendiente muy acentuada.

Contemplar esta sucesión ininterrumpida de bellísimos parajes y paisajes es una de las satisfacciones más agradables y profundas que se pueden experimentar en la vida.

Vista del embalse desde San Fiz

La carretera asciende, ahora, por empinada pendiente, dejando a la izquierda las casas de Agualta y a la derecha peligrosos terraplenes, hasta llegar al abandonado pueblo de San Fiz. Contemplar los restos de este solitario pueblo en las faldas de la montaña, en laderas de tierras movedizas que más de una vez asustaron y pusieron en peligro la vida de los vecinos, cuando lo habitaban; con los tejados medio hundidos, puertas y ventanas desvencijadas, paredes derrumbadas, calles, antaño pobladas de vecinos y animales y hoy completamente desiertas y abandonadas, produce inquieta sensación de soledad y tristeza. Un día, sus gentes le dieron una despedida definitiva, una despedida para siempre, para toda la vida, un adiós, lleno de dolor y tristeza. Hoy el pueblo es como un fantasma, un borroso recuerdo de lo que fue y ya no es, algo que trae a la mente del visitante lo perecedero, transitorio y fugaz de todas las cosas de esta vida.

Desde el desolado pueblo, la perspectiva es magnífica. En las laderas de la margen izquierda del río Jares, se ve la antigua casa de Mendón que fue, años atrás, casa de baños medicinales donde las gentes, del entorno y de procedencias lejanas, acudían a recuperar la perdida salud. Hoy, entre frondosos árboles, rodeada de silenciosos montes, también permanece abandonada. Sólo, de cuando en cuando, la visitan gentes solitarias que pasan allí unos días dedicadas a sus cosas. En las laderas de la margen derecha del río, abundan los sotos de castaños que, hoy, crecen salvajes, y los prados que trepan por la laderas de las montañas sin que nadie se ocupe ni de segar su hierba, ni recoger del soto las caobas castañas.

Desde el pueblo, el viajero arriesgado puede continuar el camino hasta el Santuario del Santo Cristo de Prada. Del pueblo salía un camino, hoy casi intransitable a causa de la salvaje vegetación que todo lo invade, que conducía a una herrería en la misma orilla del Jares, cruzaba el río y por enigmáticos, solitarios y bellísimos parajes, llegaba al Santuario, rodeado de frondosos y centenarios castaños. El Santo Cristo de este Santuario tenía fama de milagroso y en Él depositaban su fe y esperanza muchas gentes de la comarca y aún de tierras lejanas. Allí iban, en romería, a implorar remedio para sus males o a dar gracias por los dones recibidos. Llenaban las paredes de abalorios, fotografías, poesías y escritos cuyo contenido emocionaba. Después de la misa, los romeros, en las praderas y entre castaños, en aquel majestuoso, impresionante y enigmático escenario, con alegría y buen apetito, almorzaban.





viernes, 8 de febrero de 2008

As Ermitas


A LAS ERMITAS, DE ROMERÍA

RUTA DE AS ERMITAS.

EN COCHE : Mones, Petín, Freixido, Portomourisco, Lentelaís, Santa Cruz, As Ermitas.

DISTANCIA: 48 Km. ida y vuelta

ANDANDO: Mones, Seixo, O Mullerado, Lentgellaís, Santa Cruz, As Ermitas
DISTANCIA: 20 Km. ida y vuelta

Ir de romería, a Las Ermitas, en los años 1950, era un acontecimiento que con mucho tiempo de antelación ya se vivía: se pensaba, se imaginaba, se fantaseaba sobre como se iba a pasar mejor el día.

Se preparaban los más lindos vestidos que se tenían para lucir en tan gran día. Las mejores viandas que la casa poseía se consumirían en esta romería. La bota llena del buen vino que para consumo de casa especialmente se hacía, ese día alegraba a los romeros durante todo el día. Se conocían a gentes de otras aldeas, se conversaba con ellas, uno se divertía, y, en ocasiones, un nuevo amor nacía.

Durante toda la jornada, por el camino y, luego, en As Ermitas, los romeros se contaban chistes picantes; se gastaban bromas, se hacían comentarios festivos con malicia; entre los jóvenes, secretos al oído se decían, miradas furtivas e insinuaciones amorosas se transmitían más por gestos que por palabras. Reinaban las risas, el buen humor y la alegría. Eran aquellos momentos de expansión y confidencias. Por eso, ir de romería era un gran día.

Había, en el entorno, dos principales romerías: Santo Cristo de Prada, y el Domingo de Resurrección en As Ermitas, que era la más concurrida.

Cuando yo tenía trece años, un día del mes de abril, brillante, despejado, antes del alba, cuando aún lucían las estrellas, allá arriba, en el profundo firmamento, y la luna se iba borrando al empuje del día, con ilusión, sana alegría, que se reflejaba en los ojos y en las mejillas, salí yo, acompañado de mi padre y de los hermanos mayores: Manolo y Amadeo, de San Miguel de Mones. camino de As Ermitas para celebrar la romería del Domingo de Resurrección.

Aquella noche, de sueño inquieto, intranquilo y nervioso, por la excitación que el viaje As Ermitas nos producía, apenas pudimos conciliar el sueño; no obstante, no nos costó trabajo levantarnos cuando todavía faltaban horas para que despertara el día. La causa: íbamos de romería y eso era motivo de mucha alegría. Por fin, había llegado el día con el que habíamos soñado, desde hacía mucho tiempo.

Las alforjas iban repletas de comida. Allí, no faltaba el queso, ni el jamón, ni los chorizos, ni la tortilla, además de la bota llena de vino de la cosecha que para consumo propio, en las bodegas se hacía. Estos alimentos no se consumían todos los días, pero, sí, en abundancia, cuando se iba de romería.

Salimos del pueblo de San Miguel de Mones por el camino de Os Barredos, pasando luego por O Rouso, Alameda, Campelo, Carbitel, Esquivada y As Chas. Aquí, la luz del día, vencía ya a las tinieblas de la noche que se retiraban dejando paso al dorado sol que por el este nacía.

Llegados al término del Seijo ( O Seixo ) que pertenece al ayuntamiento de O Bolo, por una pedregosa vereda, de pronunciada pendiente, orlada por aromáticas plantas, descendíamos hasta el río Jares ( Xares ) que, encajonado entre montañas, desfiladeros y profundos tajos, iba muy crecido, por causa de la lluvia y los deshielos. El ruido de sus rugientes y turbulentas aguas se dejaba oír desde la lejanía, al tiempo que contemplábamos maravillados los escorzos del río y la espuma blanca de sus aguas que se formaba al chocar con las rocas y cantos rodados que en su lecho y orillas había.

Para cruzar el río, existía un humilde puente de madera, envejecida, por el que con dificultades pasaban las caballerías. Aquí, existía un molino movido por las aguas del río al que las gentes de San Miguel de Mones y de otros pueblos vecinos, para moler el centeno, allí, acudían. También existía, cerca de éste, otro molino en el lugar llamado O Mullerado, próximo a la aldea de Barxa. Allí, con mi madre, fui muchas veces a moler el centeno que llevábamos en una caballería.

En estos monótonos y melancólicos parajes, los romanos explotaron, en su día, uno mina de cobre de ( malaquita y calcopirita). Mina que en el siglo XIX aún surtía a una gran fábrica a orillas del río. Además, también abundan en estos parajes otros minerales y rocas como el grauwake que es una excelente piedra para la construcción.

Pasado el río, la pedregosa vereda ascendía, muy empinada, por cerros, colinas y lomas de tierras empobrecidas, dejando a la derecha los pueblos de A Portela, Portomourisco, Autar de Pregos y Chandoiro y, a la izquierda, los de Seijo ( O Seixo), Barja ( Barxa), Celabente y San Martín .
Llegados a la cumbre de estos cerros, de suaves perfiles, redondeados por la erosión, en contraste con sus abruptas pendientes, después de un breve descenso, llegamos al pueblo de Os Lentellaís y, a su altura, a la carretera que va desde A Rúa hasta Viana do Bolo, con ramales a O Bolo y A Veiga.

Por esta carretera, en aquel entonces, había escasa circulación. Pero, cuando pasaba algún coche o camión, con su estruendoso ruido, ponía nerviosas a las caballerías que se encabritaban a su paso. No era fácil sujetarlas para que no se espantasen desbocadas por los campos, echando a perder la merienda que llevaban en las alforjas.

Antes de llegar al pueblo de Santa Cruz, que, entonces, era uno de los importantes de la zona, pasábamos por parajes de viñedos que se cultivaban en abundantes terrazas y bancales en las laderas de las montañas que terminaban en el río Bibei

Desde aquí, se contemplan laberintos de redondeadas y peladas montañas, verticales acantilados, profundas gargantas, tajos, cañones y desfiladeros por cuyo fondo corren las aguas del río Bibei.

A escasa distancia del pueblo de Santa Cruz, se encuentra el paraje llamado A Resurrección, desde donde se inicia el descenso hasta el Santuario de As Ermitas, próximo a las gargantas del Bibei, destino de nuestra peregrinación.

Desde aquí se goza de una extraordinaria vista panorámica y se disfruta de bellos parajes. En el fondo de la escarpada ladera, entre desfiladeros, corre ruidoso por un lecho profundo y tortuoso el río Bibei. En su margen derecha, cerca del río, en una montaña rocosa, en uno de los más ásperos y bravíos parajes de estos lugares, entre rocas abruptas y peladas de color ocre, recostado sobre la ladera, se asienta el Santuario y el pueblo de As Ermitas, que trepa por la ladera, entre bancales y terrazas de viñedos, olivos y árboles frutales.


El Santuario, joya arquitectónica del arte barroco rural gallego, es uno de los monumentos marianos más importantes de Galicia. En estos parajes, desde tiempo inmemorial, vivían eremitas y los vecinos de la comarca y limítrofes veneraban a una imagen de la Virgen. Pero desde 1624, con la puesta en funcionamiento del Santuario, y la relación de sucesos prodigiosos que del lugar se decían, se convirtió en foco de espiritualidad y peregrinación, cuya influencia no se redujo a las zonas más próximas, sino que se extendió a toda Galicia, Asturias, Portugal, León y Zamora, lugares donde los “ ermitaños” o “ santeros” recogían las limosnas de los devotos.

En cada villa o ciudad y en algunos pueblos, como en San Miguel de Mones, había una casa donde vivía un Hermano Mayor de la Cofradía. Allí comía y dormía el “ santero” o ermitaño, durante su permanencia en el lugar. En su casa, estaba expuesta la Virgen para ser venerada por quien lo deseara.

El domingo de Resurrección acudían, costumbre que casi se perdió hoy en día, multitud de devotos a la celebración de los actos.

En aquellos tiempos, para bajar desde A Resurrección hasta el Santuario, existía un rústico camino de pendiente muy pronunciada y escarpada. Ahora, se puede hacer este recorrido por dos carreteras que dulcifican la pendiente mediante curvas muy cerradas.

En este camino, está el Viacrucis que contenía y contiene, 14 estaciones, repartidas por todo su recorrido , de las cuales cuatro están en el Atrio de la Iglesia: dos, en las glorietas situadas en los ángulos exteriores que miran al río Bibei, y dos en los huecos que hay en la parte interior de la Casa - Administración del Santuario. Las demás, se reparten a lo largo del camino, llamado del Desierto.

Todas las estaciones, excepto las del Atrio, se componen de una pequeña capilla de cantería, de forma cuadrada y abovedada. En la fachada de cada una, hay una gran ventana enrejada que deja ver un grupo de estatuas de tamaño natural, trabajadas de forma artesanal que representan las escenas de la Pasión y Muerte del Señor. El número de figuras, inicialmente fue de 59, aumentadas, más tarde, a 62, aunque hoy sólo se conservan 56. Todas las figuras que son sencillas y muy expresivas y tienen un aspecto popular, están talladas en madera de castaño. La calidad de estas tallas, de tamaño natural, las colocan entre las mejores del mundo. Para su realización se inspiraron en el Calvario de la Jerusalén Restaurada del Santuario de Bon Jesús do Monte ( Braga ).


En A Resurrección, hay un nicho, torre cuadrada, de dos cuerpos, rematada por una cúpula piramidal. En el segundo cuerpo, se representa la Resurrección de Cristo.

Iniciábamos el descenso del escarpado camino, parándonos en cada una de las estaciones para contemplar, boquiabiertos, las estatuas que contenían.

En una, Jesús tiene las muñecas atadas con argollas, sujetas a un poste; la espalda, desnuda y curvada, recibe los terribles golpes del látigo que un soldado sin entrañas, con furibunda mirada, llena de odio, rencor y desprecio, con la ferocidad pintada en su rostro, lanza con toda su fuerza sobre Jesús. Desollado hasta los huesos, visibles sus venas y arterias; la roja y sagrada sangre brota de su carne, salpicando el cuerpo del inhumano verdugo. Todo el cuerpo de Jesús está destrozado y ensangrentado. Aquellos sanguinarios sayones, desalmados y envilecidos no se compadecen de Él. Jesús lleva una túnica, una caña como cetro y en la cabeza un casquete de ramas de espino con afiladas púas que se clavan en su cabeza. La escena es terrible y desgarradora.

Contemplando aquel terrible e inhumano drama, una corriente me invadía el cuerpo de arriba abajo. Algo se revolvía en el interior de mis entrañas y, horrorizado, me preguntaba: ¿ por qué le martirizan con tan fiera saña? ¿ Qué delito ha cometido ?

En otra estación, Jesús lleva el pesado madero sobre sus hombros. Los brazos levantados y las muñecas atadas a la cruz, y una soga rodea su cintura. Los soldados están armados con sus lanzas. En el rostro de Jesús, se pinta un intenso dolor.

Con inmensa curiosidad, corríamos hacia otra estación. Jesús estaba caído con la cruz; herido por los golpes recibidos de aquellos feroces y desalmados soldados. Está como asfixiado, los ojos nublados, las espinas de la corona clavadas en su cabeza; la sangre mezclada con el sudor, corriendo por su cara. Aquella visión horroriza y es difícil de soportar.

Nueva estación. Nueva parada, para ver nuevas escenas desgarradoras. Aquí, Jesús se encuentra con su madre. María aparece dolorida al ver al Hijo en aquel estado, como si una espada le atravesara el corazón. Está triste; las lágrimas le bajan por las mejillas. Jesús y María se miran con ternura y amor. ¡ Qué miradas tan dramáticas ! Se entienden con el lenguaje del corazón y del alma!.

En otra estación, un campesino, llamado Cirineo, carga con la cruz de Jesús. Aquella ayuda que Jesús recibe nos causa una sensación de alivio y hasta de gratitud y admiración para aquel hombre.

Pasamos poco tiempo en cada estación, el justo para ver aquellas imágenes torturadoras, tan desgarradoras y expresivas y la escena que allí se vivía.

Continuando el camino, otra estación . Aquí, una mujer sale decidida entre el gentío al encuentro de Jesús y con un paño limpia su rostro. Sentimos admiración y agradecimiento hacia esta valiente mujer que no tiene miedo a los solados y quiere aliviar un poco a Jesús.

Nueva estación. Un grupo de mujeres conmovidas y dolidas, al ver a Jesús en aquella situación, se compadecen de ÉL. Jesús las echa una dulce mirada.


Ahora, en otra capilla, unos soldados ponen a Jesús sobre el madero con los brazos extendidos. Llevan en sus manos clavos y martillo. Uno de ellos, con feroz saña, coloca el clavo en la mano de Jesús, levanta el martillo para , con toda la fuerza de que es capaz, clavarlo en sus manos y en sus pies. De ellos brota un chorro de sangre. Jesús se retuerce por el intenso dolor.

Nosotros, los romeros jóvenes, que veníamos del mundo rural, y no conocíamos estas crueldades sin límites, ni esta saña, contemplando estas escenas con dolor, espanto, indignación y rabia contenida, se nos partía el alma. No comprendíamos como podía haber gente tan malvada. No imaginábamos que esto se pudiera hacer con ningún ser humano y mucho menos con un inocente.

Divisamos una nueva capilla, ¿ qué habrá allí ? nos preguntamos. Corremos veloces para satisfacer pronto nuestra curiosidad. Aquí, hay una escalera y en ella un soldado que clava un letrero en la cruz que dice: INRI, “Jesús, rey de los judíos” .

En otra capilla, los soldados se reparten las vestiduras de Jesús y, con unos dados, echan a suerte su túnica.

Nueva capilla, aquí colocan el cuerpo de Jesús en una tumba y la cierran con una piedra grande en forma de rueda de molino. Los soldados sellan el sepulcro y permanecen, allí, de vigilancia.
Atrio de la Iglesia

En el umbral del Santuario, se encuentra el atrio, de forma rectangular, delimitado por la fachada de la Iglesia; un cobertizo que da hacia el río; la fachada de la Casa - Administración y el camino público. Está pavimentado artísticamente con piedras que forman cuadriláteros y rectángulos que, con guijarros blancos y oscuros, representan figuras muy variadas. A la entrada hay una verja en la que hay pedestales coronados por leones de piedra, que, mirando al cielo, sostienen, entre sus garras, la inscripción AVE MARIA GRATIA PLENA. En el centro del atrio, se levanta un crucero de base cuadrada, compuesta de cinco peldaños que sostienen a una columna de una sola pieza que contiene un zócalo alegórico, base cuadrada cubierta de hojas, fuste acanalado y capitel corintio, rematado por una cruz. En el anverso, se representa a Jesús crucificado y , en el reverso, a la Virgen de la Soledad con Jesús entre sus brazos.
CASA ADMINISTRACIÓN

El cobertizo está apoyado en columnas y, en tiempos de lluvia, sirve de cobijo a los romeros y gentes que visitan el Santuario.

El atrio es espacio público y sagrado. Aquí, en la fiesta de la Resurrección, se concentran los peregrinos, se hace la procesión y se escenifica el acto del “ estoupa” o “ Xudas”.

La impresión que me produjo contemplar el atrio fue de asombro. Yo, y la mayoría de los demás romeros, procedíamos de aldeas rurales donde no había más que rústicas casas construidas con piedra de desnuda pizarra. Las aldeas vecinas que conocíamos eran todas semejantes. A Rúa y quizás O Barco eran los únicos lugares sobresalientes que conocíamos. Por tanto, aquello era, para nosotros, magnifico, algo de fábula.

Las enormes puertas que dan acceso al Santuario, la fachada con sus torres, el sonido de las campanas, los muros de piedra de cantería, los arcos de medio punto, la bóveda, las techumbres, la nave central y las laterales, las tribunas, el coro, y, a veces, hasta el mismo Atrio abarrotado de romeros; los retablos, la imagen de la Virgen iluminada ante la que hincaron sus rodillas gentes importantes… me deslumbraban y me fascinaban. Era yo un aldeano que nunca había visto cosa igual, y mi mente siquiera podía imaginar.

La multitud de sacerdotes de la comarca que concelebraban la Eucaristía; la música divina del órgano, tocada por manos expertas; los dulces cantos del coro; la fuerza misteriosa de las canciones y de la oración colectiva; la profunda atención del auditorio que permanecía extasiado, con la boca entreabierta, sin mover un sólo músculo del cuerpo; el sermón del fraile predicador que enardecía a la multitud, emocionaban y estremecían las carnes, elevaban la fe de los romeros, que nos sentíamos trasladados a regiones celestiales y afianzaban nuestra creencia en algo grande, en un destino futuro, en la eternidad, y suscitaban deseos de entrar en el camino de la perfección, todo esto me enternecía.

La procesión salía al Atrio. La multitud lo llenaba todo . Los enormes gigantes y cabezudos lanzaban sus largos brazos para mantener la gente a raya, para que no invadiera los lugares reservados. La escena del “ estoupa, o quema de Judas “Xudas”, muñeco que simbolizaba al apóstol traidor, que estaba lleno de explosivos, y que cuando lo quemaban explotaban, produciendo un ruido atronador, estremecía de temor a los asistentes. Yo, y mucha gente más, abría desorbitadamente los ojos, el corazón me latía como queriendo salir del pecho, tapaba el rostro con el brazo, me escondía donde podía, para protegerme de aquellos infernales petardos. Pero, en lo más profundo de mi alma, sentía un deleite especial y me regocijaba porque castigaban al que había entregado a Jesús, a aquellos desalmados soldados.

Terminados los actos litúrgicos, después de comprar los recuerdos que en la tienda del Santuario se vendían, por el mismo camino de ida, regresábamos A Resurrección, contemplando de nuevo aquellas feroces imágenes de las estaciones. En el paraje de A Resurrección se consumirían las sabrosas viandas que esperaban en las alforjas de las caballerías.

La multitud buscaba un sitio donde poder sentarse en la pradera, cosa nada fácil, porque todo estaba lleno de gente y, apenas, había un hueco donde colocarse.

Los romeros sacaban la merienda y la colocaban sobre un improvisado mantel, o simplemente sobre la pradera. Pan centeno, chorizos, jamón, queso, tortilla de patatas, bota con vino y frutas: todo un festín para aquella época de penuria económica, se consumiría con buen apetito.

Luego, por familias, se sentaban en la pradera, alrededor de las viandas. El espectáculo multicolor era muy festivo. Los romeros vestidos con sus mejores ropas y adornados con distintos abalorios, gozaban en plenitud de la vida. El bullicio, la alegría, la jarana, la felicidad de aquella gente del pueblo, llena por dentro de emociones, inundaba todo el ambiente y se transmitía a los grupos más próximos. La intercomunicación era un elemento importante de la romería.

Aquellos olores de la merienda que excitaban el apetito, las confidencias, los chistes picantes, la dulzura de las gentes, cautivaban el espíritu de los romeros. ¡ Qué ocurrencias, qué fina malicia, qué perspicacia, qué sesgo tan festivo, qué coquetería tan provocativa la de aquellas mozas serranas, qué picante atractivo, qué miradas furtivas, qué estruendosas carcajadas y risotadas, qué espíritu tan lleno de luz y contagiosa alegría, el de aquellos muchachos y muchachas de la romería, que, además, eran graciosos, amables, bulliciosos, vivarachos, llenos de vida. ¡A veces, fingían un rubor que no sentían ! La alegría le inundaba el corazón y la inmensa satisfacción y el intenso placer le saltaban por los ojos y mejillas.

Los ensueños adolescentes permitían a la imaginación desbocarse y construir, en su mente, románticas aventuras que le transportaban a regiones desconocidas, pero, muy atrayentes y sugestivas.

Terminada la comida, la jarana seguía. Después, había que iniciar el regreso a los lugares de partida.

Pero antes, llegados al pueblo de Santa Cruz, la música ya tocaba y la gente bailaba y se divertía. Era el último colofón de aquel maravilloso día. Los jóvenes romeros bailaban un buen rato, muy juntitos, muy amartelados, dirigiéndose melífluas miradas, hablando en melosos tonos, diciéndose frases dulces, cariñosas, bonitas, y requiebros de todos los gustos y valía.

Después de todas estas excitantes experiencias vividas, en tono de buen humor, regresábamos, al atardecer, satisfechos a nuestras casas, en las que seguiríamos recordando, durante largo tiempo, las hazañas de aquel maravilloso día.

Hoy las cosas han cambiado. El Seminario que existía en el Santuario, que daba vida y esplendor As Ermitas, ha sido cerrado. Ya no hay romerías como aquellas. Sólo unos pocos sacerdotes, pertenecientes a la Congregación de los Carismáticos, son los que atienden al Santuario y los pueblos del entorno, realizando, por otra parte, actividades de ayuda social para gente muy necesitada.



domingo, 3 de febrero de 2008

RUTA: PUEBLO DE SANTAOLAIA

RUTA: PUEBLO DE SANTAOLAIA



Hasta A Pedralta, el itinerario se describe en la ruta de A Pedralta que puede verse en otra entrada del blog.





Desde A Pedralta, 1100 m. de altura, la carretera desciende por empinada y sinuosa pendiente, serpenteando, entre el tupido y frondoso monte bajo de urces, brezos y carqueixas, hasta el pueblo, dejando a su izquierda “ A Fraga das Sombras” qu,e durante muchos años, fue el reloj natural, según el avance de las sombras en la ladera, de los habitantes del lugar.


En el pueblo de Santaolaia, hoy casi abandonado, pues sólo conviven dos vecinos: uno natural del lugar, otro, holandés, que llegó, en los últimos años, a estas tierras, al parecer, con bonitos proyectos turísticos, todavía no realizados.


Las casas del pueblo, construidas con descarnados muros y tejados de rústica pizarra, hoy, en muchas casas, derribados; puertas y ventanas descompuestas que gimen al paso del viento con un agudo silbido, con un sonido desgarrado, están abandonadas. Sus moradores, poco a poco, se marcharon a Petín, A Rúa y hasta Buenos Aires. Desde A Pedralta, los que se iban allende los mares, con lágrimas en los ojos, un nudo en la garganta, faltos de respiración, se despidieron un día con un adiós para siempre, con un adiós definitivo, con un adiós hasta la eternidad.

Las calles, antes llenas de gentes que iban y venían atareadas; de ganados tocando sus cencerros, balando y mugiendo, camino de sus cuadras o tirando de los carros; de aguas que bajaban raudas por A Carreira a dar vida a las huertas y los prados, hoy están desiertas, solitarias, deshabitadas. Este escenario, sorprendente, produce tristeza y pena; pero todavía, no se sabe por cuanto tiempo más, queda un rescoldo de esperanza, depositado en los vecinos que allí, pese a todo, continúan con la ilusión de que no desaparezca el pueblo de Santaolaia.

El altivo campanario de la Iglesia del pueblo, sigue en pie. La Iglesia con su barroco retablo, su patrona Santaolaia y demás santos, bastante bien conservados, gracias a los cuidados y desvelos de Clarisa, maestra jubilada, que vive con la familia de su hermano Manolo, allí en el pueblo casi abandonado, está bastante bien cuidada.


Cuatro hijos de este pueblo, hoy muertos o jubilados, ejercieron el Magisterio Primario.

Las tierras de Santaolaia, antes bien cultivadas, produciendo abundantes cosechas de centeno; las huertas y los prados que alimentaban a las gentes del pueblo y los abundantes ganados, ahora, están casi todas abandonadas y son recorridas por ligeros cazadores en busca de jabalíes, corzos, conejos, liebres y perdices que habitan libremente en los montes, huertas y prados.

Lugar digno de visitar en el pueblo, es el “ Regueiro de Arriba”. Idílico paraje con cascadas de agua y molinos, antaño con vida y hoy parados. Este arroyo es tributario del Carballais que alimenta el embalse de Santaolaia en el río Jares y surte de agua potable a los pueblos de O Seixo, Carballal, Santa María de Mones, Petín y A Rúa. Por este arroyo, fluyen raudas y abundantes aguas, puras, cristalinas, frescas, bravas y salvajes que se retuercen espumosas entre las rocas y brincan por el arroyo formando bellísimas cascadas y bajan rugientes, cantarinas y sonoras, regando los verdes prados, los chopos, alisos, “ salgueiras” y avellanos. Beber estas aguas, merendar y descansar en sus frescas orillas y escuchar su murmullo es uno de los placeres que hacen la vida más agradable.